Viví casi toda mi vida en calle Belgrano, entre Alsina y Guido Spano. Belgrano ya estaba asfaltada en ese entonces.
Estaba la famosa casa de la Catalana, donde había unas glicinas que cubrían toda la calle. Era una casa muy conocida en Junín, de una señora que enseñaba piano.
En el barrio éramos muchos varones. Se jugaba a la pelota en la calle, era bien barrio.
Fui a la escuela Normal y después al Nacional. Iba con el Lobo Piegari, García Diez, Carlos Riba –el de la pizzería-, entre otros.
Iba a jugar al fútbol a la cancha de Mariano Moreno, pero de muy chico empecé con el básquetbol.
Me llevó Eduardo Dulbecco, un médico experto del corazón y que fue mano derecha de Favaloro.
Un día estábamos en la calle y me dijo “vamos a una canchita acá a dos cuadras y así jugás un rato ahí al básquet”. Y fui. Era la cancha abierta de Argentino, en Almirante Brown y Alsina. Y no paré nunca más. Calle de tierra. Cuando bajabas en Ameghino, que había una carnicería muy conocida, eran tres o cuatro escalones y empezaba la tierra. Yo al club lo conocí con las calles de tierra.
Los chicos del barrio se dedicaban a jugar al básquetbol. En ese tiempo estaba el inolvidable Matrero D´Anunzio. Fue mi viejo en el club. Me agarró y me enseñó todo. Progresé mucho enseguida. Yo jugaba de base.
Igual los chicos de ahí cerquita me miraban como sapo de otro pozo, como en todos lados hasta que te hacés amigo.
Yo estuve en la primera selección de Mini de Junín. Mis compañeros eran Miguel Sofía, Corcho Abdala, Luis Lorio y Chacarita Rizzi. El técnico era Mario Rico.
Se hizo un campeonato en Junín. No era competitivo. Jugamos en la cancha de Los Indios, que era la única cancha que tenía los aros bajitos. Todas las demás eran para que jugaran los mayores.
Seguí escalando y llegué a jugar en la selección de Junín con Miguelito Sofía, los únicos dos que llegamos de esa camada.
Después vino otra camada de jugadores que fue de otro planeta. Pero yo me pasaba de edad en la divisional por once días. Cumplo los años el 19 de diciembre y a fin de año cambiaba la categoría, por eso no pude jugar con esos crack.
De chico debuté en Primera, porque me habían promovido al banco. Estaba el Lolo Etchevers como técnico. Lógicamente iba al banco y no me ponían nunca. Quién los sacaba a los Biurrun, Josecito Gahsp, Arnaldo Molina, Coco Nigro, Oscar Montenegro.
Con Argentino, de once campeonatos, ganamos diez en esa época; perdimos uno solo a manos de 9 de Julio. Los únicos dos pibes que intercalábamos en Primera éramos el “Mula” José María Tamburelli y yo.
Las finales con 9 de Julio las viví todas de adentro. Estaba en el equipo: a veces en el banco y en otras me tocaba entrar. Era una rivalidad con el “9” que no se puede describir. Era jugar a muerte.
Yo las cosas que viví con el básquet, después de ganarle a 9 de Julio, no lo vi nunca más. El barrio era una fiesta. Y eso que en 9 de Julio estaban los Pagella, jugaba Carnelli, el Dady Romero, Mancini, Villegas, entre otros.
Una vez jugamos en la cancha abierta de Ciclista una final que no se sabe de dónde salió tanta gente. Se paraba todo el día del clásico. Ganamos, fue caravana hasta el barrio la vuelta y fiesta toda la noche sin parar. Jugaba Daniel Ferrari, el “Canguro”, que era un superdotado. Y después íbamos atrás de la espalda de Kike y Tito Biurrun.
A decir verdad, he visto jugadores tremendos, pero como Kike Biurrun ninguno. Un crack. Tito fue un goleador tremendo; pero Kike, una topadora.
Igualmente los Turcos iban a todos los partidos. En la cancha de Argentino se paraban abajo del aro. Dirigían Serafín Nieto y Heber Sofía en ese tiempo. Y cada vez que cobraban algo en contra, la Turqueda invadía la cancha hasta la mitad. Suspendían el partido un rato y después lo seguían. Era una pasión.
Aparte no había televisión, tablet, celular, nada de nada. Todos se dedicaban a ver fútbol y básquet, las dos cosas.
Cuando inauguramos el gimnasio cubierto, esa noche nos ganó San Martín. De ahí salió el traspaso de Manolo Viaño a Argentino.
Y yo, ya retirándome, despunté el vicio en San Martín, Sarmiento y 9 de Julio. Lo que pasó fue que, donde iba Polo Cárdenas, nos iba llevando para formar el equipo.
Cambió mucho el básquet ahora. Los chicos te pasan por arriba. Nosotros íbamos a entrenar después de trabajar. Yo venía de laburar en el campo a entrenar directo. No teníamos preparación, nada. Igual volábamos, pero sin gimnasio. Ahora los pibes están preparados de otra manera, los pibes rajan en la cancha.
Hoy Scala, Balbi, Corvalán, Romano, que no son ningunos pibitos, vuelan en la cancha. Es un nivel de básquet superlativo el de la actualidad. Son profesionales y antes éramos amateurs.
Dejé de ir a la cancha cuando vi que ya no había mayoría de chicos del club en el equipo. Es otra cosa, otros sentimientos. Una cosa son los de tu club y otra cosa los de afuera.
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